La sonrisa de Buda celebra la victoria pacífica sobre la ignorancia, el odio, las ansias, la arrogancia y la envidia. Pero también es la sonrisa de un ser querido, la sonrisa de quien nos ama, la sonrisa de una madre y la sonrisa de un niño —»Para conocer a tu madre, hijo mío, aprende a leer en el libro de su sonrisa», escribió Virgilio—, la sonrisa de alguien que contempla una obra bien terminada, una sonrisa libre de todo arrepentimiento, la sonrisa de una bondad generosa libre de ostentación, la sonrisa de alguien que ha dado todo de sí mismo, la sonrisa de alguien que elige perder en un conflicto en lugar de perder el respeto por sí mismo, la sonrisa de la paz interior…
Una sonrisa puede disolver las barreras que nos separan. Expresa la conciencia de nuestra humanidad común. Dejando de lado la desconfianza, una sonrisa indica nuestra aceptación de la vulnerabilidad asociada con el hecho de confiar en otros. Luego transforma esta vulnerabilidad en fortaleza, ya que la confianza nos ayuda a trabajar juntos en lugar de luchar solos.
Oí a una persona ciega decir: «Cuando sonrío con los labios, siento cómo se me contraen los músculos del rostro, pero no tengo la experiencia interior de la sonrisa. Al no ver la sonrisa que se enciende en el rostro de la otra persona en respuesta a la mía, siento que sonreír es como enviar una carta que se pierde. Porque lo más importante de un sonrisa es la sonrisa que se hace eco de la tuya. No obstante, puedo sonreír con la voz y oír la sonrisa de la otra persona». Del libro fotográfico reciente 108 Sourires