En el Foro económico mundial de Davos participé también de una sesión sobre ‟Lecciones del pasado para rediseñar los valores futuros” dictada por Jody Williams. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1997 por hacer una campaña incansable y exitosa en pos de un tratado antiminas personales en el seno de las Naciones Unidas. Dijo a los delegados de la ONU que están avanzando con demasiada lentitud, ‟Ustedes discuten por horas si debe colocarse una coma en el texto, pero en primer término deben sentir y actuar como seres humanos. Dejen de separar los seres humanos que son y el trabajo que estan haciendo”.
Como ejemplo de sus palabras, Jody y su equipo crearon un simulacro de campo minado fuera de las oficinas de la ONU en Ginebra, para que los delegados tuvieran que pasar por el sector para llegar a su destino. Cada 20 minutos se producía una explosión ruidosa en el pabellón de reuniones, en la sección pública, para recordar a los negociadores que en cada uno de esos momentos explotaba una mina personal en algún lugar del mundo. Llevó a testigos vivos mutilados que apenas sobrevivieron a las minas personales para que se encontraran con los delegados. Volvió a conectar a los negociadores con la experiencia de vida, la dolorosa realidad y la palpable humanidad.
En esa sesion sugería que debía incluirse un programa de ‟testigos” en los procedimientos del Foro económico mundial. En el caso de Haití, por ejemplo, Bill Clinton hizo un apasionado pedido de ayuda. La presencia a su lado de un sobreviviente del desastre podría haber tocado una cuerda aún más sensible en el corazón de los donantes. Al discutir el cambio climático, la cuestión femenina y otros temas de importancia, el testimonio de alguien que esté sufriendo esos desafíos podría poner a los economistas y líderes mundiales más directamente en contacto con el destino de la humanidad.